Relatos de amor :.. El sueño terminó

Sentados frente a frente, Ariadna y Teseo, ignoraban las danzantes aguas que rodeaban su soledad y su encuentro. Teseo dijo: Terminaremos nuestro sueño sin haberlo iniciado siquiera,buscaremos en la quimera de los cansados ojos el olvido que se niega a alojarse definitivo en el lugar asignado por el antojo del hado de la fortuna que ha incrustado el costado oculto de esa luna que nos viera juntos y a solas secretamente enamorados en un encuentro casual e injustamente privado.

Ariadna, ensimismada en el revoloteo de una mariposa blanca y casual, levanto sus ojos de miel para contestarle: Iré por las acequias dormidas de tu tierra adoptiva repitiendo tu nombre, ya no serás mi hombre en la partida: serás a partir de ahora tu sueño interrumpido en la alegría de querer a la distancia aún cuando las ansias secretas y la implacable porfía se empeñen en desviar
nuestras sendas a otros y desconocidos días.

Adiós, enamorado impenitente, tal vez nuestros caminos y el sombrío destino hayan decidido separarnos para siempre por la marca indeleble del cariño imprevisto y distinto, guardaré en mi corazón desobediente de irreconocidos instintos nuestras noches de vigilia y en esos besos de mentira que quien sabe nos hayamos dado realmente.

Teseo se apoyó blandamente en una arista rocosa de la salida del laberinto y le habló por sobre el hombro: Ya no seremos el eco solitario de prolongadas voces. Restringido ya el goce de entrecortadas palabras o la inútil espera de una puerta que se abra dando paso al abrazo, habrá caducado en el súbito fracaso de pretender amarnos pero calma, amiga mía, todo pasa.

Me desespera el mutismo de tu sonrisa llena de enigmas, los estigmas pasados vuelven y vuelvo a quererte necesariamente, llevo en mi frente la misma soledad de quererte yo solamente, aunque el abismo me separe de tus brazos intento el abrazo que no llega, tu caricia que se niega y ya no soy el mismo.) Y de repente: existo. Salto desordenadamente a la realidad desde mí mismo y no quiero aceptar que te he perdido. Que ya te has ido rodeado de fantasmas que no conozco, henchidos del horror de saberte lejos, cuando los puentes se derrumban estrepitosamente y te veo, como en un futuro viejo, indefinidamente preciso y lleno de ese hechizo que se parece a nuestras muertes y a nuestros complejos.

Vandálicamente asedio mis instintos para obligarte a huir y salir los dos del laberinto, azuzo con lágrimas bien disimuladas la torpeza de no invitarte a mi mesa, de no compartir el pan ni el vino, de no arrugar las sábanas curiosas con el pulso fantasmal de madrugas juntos, y curiosamente celebro tu partida, con la rabiosa mezcla de la pena y del alivio, tan empecinado en olvidarte que no me reconozco así, llorando de alegría por tu vuelo y mi destino. No sé si volverás: sólo se que te habrás ido.


Con las manos crispadas por el desamor, Ariadna balbuceó por lo bajo, como para sí misma: Reuniré en torno a tu recuerdo dos corazones rotos envueltos en mieles de otro infierno, de acuerdo con mi afecto comenzaré a olvidarte y en el depósito humeante donde estaban tus besos,
la telaraña de otros ojos intentará borrar lo que pudo ser y no ha podido, quedaré para siempre presa de haber sido culpable: de destrozar nuestras almas con un noble y escondido propósito.

Sabías, Teseo que dicen por ahí que la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes. Los amores cobardes no llegan a amores o historias, se quedan allí: ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar?

Teseo insiste con melancólica entereza: “Se necesita ser muy valiente para amar con cobardía, después de todo: no hay peor cosa que rendirse cuentas a uno mismo, al final del amor”), Ay !, Ariadna, tal vez no conocerás mi sacrificio, quizás los resquicios del veneno de la partida hayan enquistado en tu vida todo lo que respondes: pero no te asombres si en otros hombres vuelves a encontrarme o en otros horizonte me ves alejarme y pregúntate si me has querido entonces saludable y amante o ignorada y pretendida.

Así es la vida. He debido dejarte con las manos crispadas de caricias, he debido guardar los besos junto a los mudos violines y tú, en los confines de la partida, me reprochas cobardía!!! Cobarde yo? que he sido capaz de enfrentar tu ausencia? Que he enterrado mis sueños antes de que crezcan? Que he dejado que padezcan mis muslos ateridos con el ciego y fiero frío de la nieve eterna que desplazan tus piernas y tu espalda después de que te has ido? Cobarde yo? que he enterrado mis besos rechazados con la suavidad y el dolor del que despide a un amigo? Que historia pretendes que yo escriba? De que página de gloria ahora me obligas a saltar, después de amar a la luz de la impotencia con la paciencia rediviva del que sabe que va a perder sus ilusiones y todavía suspira…? Ariadna, finalmente, seca sus lágrimas y al borde del precipicio le confiesa: Hemos alimentado con nuestros propios huesos el despropósito de otros ogros y tal vez la cobardía haya sido dejarnos en silencio o haya sido habernos querido de lejos y dejarnos morir,
para renacer siendo este infame Minotauro, que los dos necesitábamos para poder partir.


Escrito por: El huron de Gonzales Chaves - Argentina

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