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Déjame ser de tus lágrimas
blanco y suave pañuelo,
déjame ser con dulzura
el cálido futuro de tu sueño.
Ser de tu extraviado barco
el ansiado y seguro puerto,
regar con la brava frescura
de mi sincero agua tu huerto.
¡Qué me importa el color
rojo de tus ojos!
¡Qué me importan las
arrugas de tu cara!
¡Qué me importan mi vida
tus enojos!
¡Qué me importa querido
tu deshecha cama!
Yo te he conocido por dentro,
así, ... llagado.
Déjame ser en tu tormento
la cura de tu hora mala.
Déjame ser saco de tus golpes,
ser la pelota de tus patadas.
Pero no me abandones así
en el olvido,
no me dejes de hablar aquí
en la soledad triste y perdido,
en la angustia de tus males,
sin saber que te ha ocurrido.
Déjame ser tu pequeña piedra
en el camino.
Déjame ser al alta hiedra
en la pared de tu destino,
ser en la noche de tus frios
de tu desnudo cuerpo el abrigo.
Necesito amigo tus palabras
necesito de tí todos los días,
y que tú necesitaras de mí,
tanto como el aire que respiras.
Con fruición devoro tus frases
con dolorido sentido escritas,
y con pasión espero que llames
a este sufrido corazón que habitas.
Abierta está mi puerta,
atrévete a cerrarla,
pero contigo dentro,
para después atrancarla.
Déjame ser en la lluvia
tu sólido techo,
déjame ser en el viento
las paredes de tu casa.
Llórame en el hombro
así, ... confortado,
yo guardaré tus penas
en el paño de mi alma,
que tus risas las colgaré
decoradas en la ventana.
Pero no me abandones así
sin palabras,
no me dejes asi, sin tu voz,
en las oscuras noches heladas,
en el desierto helado y frío
de los días sin tus cartas.
Déjame ser el fiel lazarillo
en tu ceguera.
Déjame ser de tu corazón
la aguda flecha certera,
que te anime y te entienda
que te abrace y que te quiera.
23 de marzo de 2010
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