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La primera vez que la vio, fue la primera vez que entró a su cuarto. Su computadora estaba malograda, y como su trabajo era arreglarla, no le quedó más que ir de frente a su lugar màs privado. No fue un amor a primera vista, pero se puede decir que Myriam lo vio atractivo. A èl le encantó su sonrisa, su naturalidad y esa timidez que irradiaban sus ojos. Quizá por eso no pudo confesarle que tenía una hija de cuatro años, una de apenas seis meses y una esposa que lo esperaba en la casa. En vez de eso, optó por conquistarla, y lo logró. Luego de varios meses de salir juntos, compartir conversaciones y besos apasionados, decidieron ser enamorados.


La relación era casi perfecta para Myriam. Él conocía a toda su familia, y ella había conocido por fin a su mamá en un viaje que hicieron a Tarapoto, tierra donde èl nació. Ella lo acompañaba todo el dìa, ya que estaba de vacaciones en la universidad. Iba a su trabajo, conocía a sus amigos y sabìa todo de èl. Bueno, eso creìa. Un dìa Alberto decidió ser sincero, la había llegado a querer y no podía lastimarla, asì que le confesò que tenía una hija de 4 años. Eso sì, a la menor ni la mencionò y a la esposa menos. La nombró como la mamá de su hija, una ex con quien solo lo unía esa pequeña, producto por supuesto de un error de juventud. Myriam ya estaba enamorada y no podía rechazarlo. Sentía que ya era parte de su vida. A pesar de la mentira o la verdad escondida como la llamaba él, ella confió, entregó su corazón y le disculpó el secreto.


La relación siguió adelante. Tenían juntos más de un año y , a pesar de los tropiezos, eran felices. Llegó la fiesta de fin de año y el tema de la semana era decidir dónde la iban a pasar juntos. Él estaba dispuesto a pasarla en la casa de Myriam, donde ya ingresaba como parte de la familia. Sin embargo, ella quería conocer por fin el depa donde él vivía y donde, hasta el momento, no había entrado. Su nerviosismo al decir que no, la hizo dudar. Insistió y él terco no cambió de respuesta. Nació la desconfianza.


Myriam recelosa quiso saber el porqué. Junto a un grupo de amigas investigó el número de casa del depa e hizo que una de ellas llamara. ¿Y si preguntas por Rosa, su ex?. Bueno, lo hago-dijo la amiga- pero si me dicen que está sería la cagada Myriam. Hazlo, respondió arriesgada. La amiga marcó el número desde una cabina de teléfono, se escucharon dos timbradas y una mujer respondió. ¿ Aló, se encuentra Rosa?. No, ha salido, pero ya regresa, respondió la mujer que arrendaba el depa.


Myriam se derrumbó. Llamó a Alberto y le pidió explicaciones. Él lo negó todo. Pasaron dos días, y Rosa y sus dos hijas aparecieron en la casa de Myriam. Ella las recibió y la escuchó. No hubo agresiones, ni violencia, solo decepción. Llamaron a Alberto y él no pudo negarlo más. Estaba descubierto, y aún así juraba haberse enamorado de Myriam. Las dos terminaron dejándolo llorando en el parque. No supo más de él.


Hace algunas semanas le pregunté a Myriam por él. Está feliz con una nueva hija, me respondiò.


¿Ustedes como calificarìan una infidelidad? . ¿Hasta qué punto podrían perdonar un engaño?

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